PARA VIVIR COMO TESTIGOS DE LA FE


Hoy queremos iniciar nuestras reflexiones con el tema de la convivencia.  De cómo debe ser nuestra convivencia entre nosotros, entre las personas.  Principalmente dentro de casa pero también fuera de ella.  A veces podría constituir para nosotros un gran problema el convivir con los demás ya que vemos que tienen otro temperamento, otra forma de ser, de pensar, otros gustos…
Dentro de casa muchas veces nos damos cuenta que perdemos los estribos, gritamos, hacemos sufrir, ofendemos a los demás.  ¿No es cierto qué nos pasa esto?  Si nos preguntaran a cualquiera de nosotros cuándo fue la última vez que nos molestamos ¿habría que buscar muy lejos esta molestia?  Y no solo nos pasa en casa muchas veces también con los vecinos, con los compañeros de trabajo, incluso en la diversión, en el juego…
Con facilidad interpretamos mal lo que otros han dicho o han hecho.  Aguantamos poco.  Vemos mala intención en casi todo y se nos va la lengua.  Luego la lengua provoca un incendio, una reacción en cadena.  A propósito de este tema de la convivencia, recuerdo que en una ocasión un grupo de niños estaba preparando su examen de conciencia, para la confesión.  Tenían una hoja para repasar sus faltas, y una de las preguntas decía: ¿Eres autoritario con los demás?  Uno de ellos preguntó: ¿Qué quiere decir ser autoritario?  Y entonces comentamos con ellos porque esto puede ser a todas las edades, la facilidad que tenemos de alzar la voz, de querer imponernos, de que se haga sólo lo que pensamos o decimos.  Y por el contrario lo mucho que nos cuesta escuchar, comprender, aceptar, ceder…
            Cuando somos autoritarios convertimos la convivencia en un atropello, en un pisarnos unos a otros.  Esto es por supuesto una falta de respeto, una falta de comprensión, UNA GRAN FALTA DE AMOR.
            Podríamos preguntarnos: ¿por qué nos sucede esto?  En realidad esto nace de nuestra soberbia, de nuestro orgullo, de nuestro amor  propio; pues nos creemos superiores a los demás y tenemos a los demás en menos.  ¿Cómo podríamos arreglarlo? Con humildad.  Aprendamos a pedir perdón  ¿alguna vez lo has hecho?  ¿te atreverías a hacerlo?  Es una necesidad, una exigencia.  Sólo así seremos dueños de nosotros mismos, sólo así amaremos de verdad a los demás.
            Quiero terminar este tema dándote algunos consejos prácticos que te ayuden.  El primero no hables nunca cuando estés molesto, y digo nunca, ni siquiera cuando creas tener la razón, cuando veas necesario corregir, aunque te parezca urgente; espera recobrar la calma y todo saldrá mejor.  Y un segundo consejo has el esfuerzo por escuchar, por comprender, por ponerte en el lugar del otro intenta descubrir la parte de razón que tiene.

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